San
Francisco el Cantor de Dios: El Sermón a las Aves
Por
Angel R. Cepeda Dovala
Mirad las
aves del cielo: no siembran, ni cosechan, ni recogen en graneros; y vuestro
Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellas? Mt 6, 26
San Francisco, fue bondadoso, humilde de corazón, amable
y caritativo con todos los seres vivientes, por ejemplo hablaba con los pájaros
como si fueran sus hermanos del aire, y no soportaba que les hicieran daño. Es
famoso el Sermón de las Aves narrado por Johannes Joergensen (1866-1956)
historiador y poeta de San Francisco, quien nació en Svendborg, isla de Fionía
(Dinamarca), procedente de familia de la Religión Protestante, convertido a la
religión Católica. Giotto, en el Arte, dejo plasmado la Predicación de las Aves
dentro de su extraordinaria obra. A continuación parte de la valiosa
contribución de J. Joergensen. [1]
Y llegaron a
un lugar situado entre Cannara y Bevagna.
En este lugar observó Francisco algunos árboles a
la orilla del camino, cubiertos de innumerable muchedumbre de variados y nunca
vistos pajarillos, que no cabiendo en las ramas, se esparcían también por el
campo y cubrían el suelo debajo de los árboles. Con tal espectáculo Francisco
se sintió de nuevo levantado en espíritu y dijo a sus dos compañeros:
-- Esperad un momento, que voy a predicar a
los hermanos pájaros.
Y así diciendo, se entró por el campo en dirección
al terreno ocupado por las aves, las cuales, cuando le vieron venir, le
salieron también al encuentro, tanto las que estaban en el suelo como las que
poblaban las ramas de los árboles; luego se quedaron todas quietas y tan
vecinas a él, que muchas le tocaban el hábito.
Y Francisco
habló así a los pájaros:
--
¡Carísimos hermanos pájaros! Mucho debéis vosotros a Dios, y es menester que
siempre y en todas partes les alabéis y bendigáis: he aquí que os ha dado esas
alas, con que medís y cruzáis en todas direcciones el espacio. Él os ha
adornado con ese manto de mil y mil colores lindos y delicados. Él cuida
solícito de vuestro sustento, sin que vosotros tengáis que sembrar ni cosechar,
y apaga vuestra sed con las límpidas aguas de los arroyuelos del bosque, y puso
en vuestras gargantas argentinas voces con que llenáis los aires de dulcísimas
armonías. Y para vosotros, para vuestro abrigo y recreo, levantó las colinas y los
montes, y aventó y suspendió las abruptas rocas. Y para que tuviéseis donde
fabricar vuestros nidos, creó y riega y mantiene la enmarañada floresta. Y para
que no tengáis que afanaros en hilar ni en tejer, cuida de vuestro vestido y
del de vuestros hijuelos. ¡Oh!, mucho os ama vuestro soberano Creador, cuando
os colma de tantos beneficios. Guardaos, pues, oh mis amados hermanitos, de
serle ingratos, y pagadle siempre el tributo de alabanzas que le debéis.
No bien calló Francisco cuando los pajarillos empezaron
a abrir sus picos y, batiendo las alas, tendiendo el cuello, inclinando al
suelo la cabeza y haciendo mil otros graciosos meneos, prorrumpieron en alegres
trinos, con que demostraban entero asentimiento a las palabras del santo
predicador. Éste, por su parte, lleno de contento y gozo, no se hartaba de
contemplar tanta multitud y variedad de pájaros, tan mansos y dóciles. Y alabó
también él al Señor y les encargó a ellos que nunca se cansasen de alabarle.
Y habiendo Francisco terminado su predicación y
exhortación, hizo sobre sus alados oyentes la señal de la cruz para
bendecirlos, y ellos al punto se lanzaron a los aires exhalando cantos
maravillosos, y pronto se separaron y dispersaron en todas direcciones» (Actus
17; Flor 16; 1 Cel 58; LM 12,3).
PAZ Y BIEN
ARCD
Nota
[1] Cf. DIRECTORIO FRANCISCANO. J. Joergensen: San
Francisco de Asís. Libro Tercero. EL CANTOR DE DIOS.