Inició el Tiempo
de Adviento 2014 Ciclo B
Por
Angel R. cepeda Dovala
¡Qué precioso es el valor de la
familia, como lugar privilegiado para transmitir la fe!
Santo Padre Francisco
Significado de
Adviento en su Santidad Juan Pablo II
Adviento
quiere decir “venida”. Por tanto, debemos preguntarnos: ¿Quién es el que
viene?, y ¿para qué viene?
Enseguida
encontramos la respuesta a esta pregunta. Hasta los niños saben que es Jesús
quien viene para ellos y para todos los hombres. Viene una noche en Belén, nace
en una gruta, que se utilizaba como establo para el ganado.
Esto
lo saben los niños, lo saben también los hombres que participan de la alegría
de los niños y parece que se hacen niños ellos también la noche de Navidad. Sin
embargo, muchos son los interrogantes que se plantean. El hombre tiene el
derecho e incluso el deber de preguntar para saber. Hay asimismo quienes dudan
y parecen ajenos a la verdad que encierra la Navidad, aunque participen de su
alegría. [1].
Significado de
Adviento en el Papa Emérito Benedicto XVI
“Como
todos sabemos la palabra 'Adviento' significa 'venida', 'presencia', y
antiguamente indicaba la llegada del rey o del emperador a una determinada
provincia. Para nosotros los cristianos, significa una realidad maravillosa y
desconcertante. Dios mismo ha atravesado su cielo y se ha inclinado hacia el
hombre; ha forjado una alianza con él, entrando en la historia de un pueblo. Él
es el rey que ha bajado a esta pobre provincia que es la tierra, y nos ha
obsequiado con su visita asumiendo nuestra carne, haciéndose hombre como
nosotros. El Adviento nos invita a recorrer el camino de esta presencia y nos
recuerda una y otra vez que Dios no se ha ido del mundo, que no está ausente,
que no nos abandona; al contrario, nos sale al encuentro de diferentes maneras
que tenemos que aprender a discernir. Y también nosotros, con nuestra fe,
nuestra esperanza y nuestra caridad, estamos llamados, día tras día, a entrever
esta presencia y dar testimonio de ella en el mundo a menudo superficial y
distraído, a hacer que brille en nuestras vidas la luz que ha iluminado la
gruta de Belén” Benedicto XVI. [2].
También el Papa
Benedicto XVI, en la Celebración de las Primeras Vísperas de Adviento, en la Homilía
del Santo Padre Benedicto XVI con fecha 28/Noviembre/2009, [3], y para su comprensión, meditación
y reflexión sobre el Tiempo de Adviento, se trascribe textualmente a
continuación:
Queridos hermanos y hermanas:
Con esta celebración vespertina entramos en
el tiempo litúrgico del Adviento. En la lectura bíblica que acabamos de
escuchar, tomada de la primera carta a los Tesalonicenses, el apóstol san Pablo
nos invita a preparar la "venida de nuestro Señor Jesucristo" (1 Ts
5, 23) conservándonos sin mancha, con la gracia de Dios. San Pablo usa precisamente
la palabra "venida", parousia, en latín adventus, de donde viene el
término Adviento.
Reflexionemos brevemente sobre el significado
de esta palabra, que se puede traducir por "presencia",
"llegada", "venida". En el lenguaje del mundo antiguo era
un término técnico utilizado para indicar la llegada de un funcionario, la
visita del rey o del emperador a una provincia. Pero podía indicar también la
venida de la divinidad, que sale de su escondimiento para manifestarse con
fuerza, o que se celebra presente en el culto. Los cristianos adoptaron la
palabra "Adviento" para expresar su relación con Jesucristo: Jesús es
el Rey, que ha entrado en esta pobre "provincia" denominada tierra
para visitar a todos; invita a participar en la fiesta de su Adviento a todos
los que creen en él, a todos los que creen en su presencia en la asamblea
litúrgica. Con la palabra adventus se quería decir substancialmente: Dios está
aquí, no se ha retirado del mundo, no nos ha dejado solos. Aunque no podamos
verlo o tocarlo, como sucede con las realidades sensibles, él está aquí y viene
a visitarnos de múltiples maneras.
Por lo tanto, el significado de la expresión
"Adviento" comprende también el de visitatio, que simplemente quiere
decir "visita"; en este caso se trata de una visita de Dios: él entra
en mi vida y quiere dirigirse a mí. En la vida cotidiana todos experimentamos
que tenemos poco tiempo para el Señor y también poco tiempo para nosotros.
Acabamos dejándonos absorber por el "hacer". ¿No es verdad que con
frecuencia es precisamente la actividad lo que nos domina, la sociedad con sus
múltiples intereses lo que monopoliza nuestra atención? ¿No es verdad que se
dedica mucho tiempo al ocio y a todo tipo de diversiones? A veces las cosas nos
"arrollan".
El Adviento, este tiempo litúrgico fuerte que
estamos comenzando, nos invita a detenernos, en silencio, para captar una
presencia. Es una invitación a comprender que los acontecimientos de cada día
son gestos que Dios nos dirige, signos de su atención por cada uno de nosotros.
¡Cuán a menudo nos hace percibir Dios un poco de su amor! Escribir —por decirlo
así— un "diario interior" de este amor sería una tarea hermosa y
saludable para nuestra vida. El Adviento nos invita y nos estimula a contemplar
al Señor presente. La certeza de su presencia, ¿no debería ayudarnos a ver el
mundo de otra manera? ¿No debería ayudarnos a considerar toda nuestra
existencia como "visita", como un modo en que él puede venir a
nosotros y estar cerca de nosotros, en cualquier situación?
Otro elemento fundamental del Adviento es la
espera, una espera que es al mismo tiempo esperanza. El Adviento nos impulsa a
entender el sentido del tiempo y de la historia como "kairós", como
ocasión propicia para nuestra salvación. Jesús explicó esta realidad misteriosa
en muchas parábolas: en la narración de los siervos invitados a esperar el
regreso de su dueño; en la parábola de las vírgenes que esperan al esposo; o en
las de la siembra y la siega. En la vida, el hombre está constantemente a la
espera: cuando es niño quiere crecer; cuando es adulto busca la realización y
el éxito; cuando es de edad avanzada aspira al merecido descanso. Pero llega el
momento en que descubre que ha esperado demasiado poco si, fuera de la
profesión o de la posición social, no le queda nada más que esperar. La
esperanza marca el camino de la humanidad, pero para los cristianos está
animada por una certeza: el Señor está presente a lo largo de nuestra vida, nos
acompaña y un día enjugará también nuestras lágrimas. Un día, no lejano, todo
encontrará su cumplimiento en el reino de Dios, reino de justicia y de paz.
Existen maneras muy distintas de esperar. Si
el tiempo no está lleno de un presente cargado de sentido, la espera puede
resultar insoportable; si se espera algo, pero en este momento no hay nada, es
decir, si el presente está vacío, cada instante que pasa parece exageradamente
largo, y la espera se transforma en un peso demasiado grande, porque el futuro
es del todo incierto. En cambio, cuando el tiempo está cargado de sentido, y en
cada instante percibimos algo específico y positivo, entonces la alegría de la
espera hace más valioso el presente. Queridos hermanos y hermanas, vivamos
intensamente el presente, donde ya nos alcanzan los dones del Señor, vivámoslo
proyectados hacia el futuro, un futuro lleno de esperanza. De este modo, el
Adviento cristiano es una ocasión para despertar de nuevo en nosotros el
sentido verdadero de la espera, volviendo al corazón de nuestra fe, que es el
misterio de Cristo, el Mesías esperado durante muchos siglos y que nació en la
pobreza de Belén. Al venir entre nosotros, nos trajo y sigue ofreciéndonos el
don de su amor y de su salvación. Presente entre nosotros, nos habla de muchas
maneras: en la Sagrada Escritura, en el año litúrgico, en los santos, en los acontecimientos
de la vida cotidiana, en toda la creación, que cambia de aspecto si detrás de
ella se encuentra él o si está ofuscada por la niebla de un origen y un futuro
inciertos.
Nosotros podemos dirigirle la palabra,
presentarle los sufrimientos que nos entristecen, la impaciencia y las
preguntas que brotan de nuestro corazón. Estamos seguros de que nos escucha
siempre. Y si Jesús está presente, ya no existe un tiempo sin sentido y vacío.
Si él está presente, podemos seguir esperando incluso cuando los demás ya no
pueden asegurarnos ningún apoyo, incluso cuando el presente está lleno de
dificultades.
Queridos amigos, el Adviento es el tiempo de
la presencia y de la espera de lo eterno. Precisamente por esta razón es, de
modo especial, el tiempo de la alegría, de una alegría interiorizada, que
ningún sufrimiento puede eliminar. La alegría por el hecho de que Dios se ha
hecho niño. Esta alegría, invisiblemente presente en nosotros, nos alienta a
caminar confiados. La Virgen María, por medio de la cual nos ha sido dado el
Niño Jesús, es modelo y sostén de este íntimo gozo. Que ella, discípula fiel de
su Hijo, nos obtenga la gracia de vivir este tiempo litúrgico vigilantes y
activos en la espera. Amén.
Con el párrafo anterior termina la Homilía
del Papa Emérito Benedicto XVI.
Tiempo de
Adviento Ciclo B (30/Noviembre/2014)
Dio
inicio del Tiempo de Adviento en el Ciclo B, la Oración Colecta y la Lectura
del Santo Evangelio según San Marcos (Mc 13, 33-37) para este Primer Domingo de
Adviento fueron:
Oración Colecta
“Concede
a tus fieles, Dios todopoderoso, el deseo de salir al encuentro de Cristo, que
viene a nosotros, para que mediante la práctica de las buenas obras, colocados
un día a su derecha, merezcamos poseer el reino celestial. Por nuestro Señor
Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo, en la unidad del Espíritu Santo
y es Dios por los siglos de los siglos” Amén. [4].
Lectura del
Santo Evangelio según San Marcos (Mc 13, 33-37)
Estad alerta, ya
que no sabéis cuándo será el tiempo
«En
aquél tiempo dijo Jesús a sus discípulos: 'Mirad, vigilad: pues no sabéis
cuándo es el momento. Es igual que un hombre que se fue de viaje, y dejó su
casa y dio a cada uno de sus criados su tarea, encargando al portero que
velara. Velad entonces, pues no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa, si al
atardecer o a medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer: no sea que venga
inesperadamente y os encuentre dormidos. Lo que os digo a vosotros, lo digo a
todos: ¡Velad!» (Cf. Mc 13, 33-37). [5].
“Esto es lo que quiere hacer el
Señor en Adviento: hablar al corazón de su pueblo y, a través de él, a toda la
humanidad, para anunciarle la salvación” Benedicto XVI, 7 de diciembre de 2008.
La enseñanza de
Jesús en el Evangelio
El
candelabro que nos ilumina, la luz de las candelas que encendemos, en la Corona
del Tiempo de Adviento, y en distintos momentos en el Año Litúrgico, es la luz que
nos recuerda simbólicamente a Jesucristo nuestro Señor que vence la oscuridad,
y nosotros, unidos a Jesús, también somos luz y sal de la tierra, y lo podemos
constatar en el Santo Evangelio.
Evangelio de San
Juan
«Yo
soy la luz del mundo; el que me siga no caminará en la oscuridad, sino que
tendrá la luz de la vida.» (Cf. Juan 8,12). En consecuencia a la cita bíblica
anterior, Jesús es: Él “Yo Soy”, es la “Luz del mundo”, el que da la “Luz de la
vida”.
Evangelio de San
Mateo
Nos
dice Jesús: “Ustedes son la sal de la tierra. Pero si la sal pierde su sabor,
¿con qué se la volverá a salar? Ya no sirve para nada, sino para ser tirada y
pisada por los hombres. Ustedes son la luz del mundo. No se puede ocultar una
ciudad situada en la cima de una montaña. Y no se enciende una lámpara para
meterla debajo de un cajón, sino que se la pone sobre el candelero para que
ilumine a todos los que están en la casa. Así debe brillar ante los ojos de los
hombres la luz que hay en ustedes, a fin de que ellos vean sus buenas obras y
glorifiquen al Padre que está en el cielo. (Cf. Mateo 5, 13-16).
Evangelio de San
Marcos
“Jesús
les decía: “¿Acaso se trae una lámpara para ponerla debajo de un cajón o debajo
de la cama? ¿No es más bien para colocarla sobre el candelero?” (Cf. Marcos 4,
21).
Evangelio de San
Lucas
Cuando
uno enciende una lámpara, no la esconde ni la cubre, sino que la pone sobre el
candelero, para que los que entran vean la claridad. La lámpara del cuerpo es
tu ojo. Cuando tu ojo está sano, todo tu cuerpo está iluminado; pero si tu ojo
está enfermo, también tu cuerpo estará en tinieblas. Ten cuidado de que la luz
que hay en ti no se oscurezca. Si todo tu cuerpo está iluminado, sin nada de
sombra, tendrá tanta luz como cuando la lámpara te ilumina con sus rayos». (Cf.
Lc 11, 33-36).
Paz y Bien
ARCD
Notas
[1] Cf. Catequesis de Juan Pablo II
sobre el Adviento I (IV): El Adviento. Roma, 29 de noviembre de 1978, ver
discurso de meditación en:
[2] Cf. Benedicto XVI y el Adviento,
en:
[3]
Cf. CELEBRACIÓN DE LAS PRIMERAS VÍSPERAS DE ADVIENTO. HOMILÍA DEL SANTO PADRE
BENEDICTO XVI. Sábado 28 de noviembre de 2009. ©
Copyright 2009 - Libreria Editrice Vaticana.
[4] Cf. Conferencia del Episcopado
Mexicano. 2014. Misal Romano. Obra
Nacional de la Buena Prensa, A.C. Edición típica para México según la Editio
Typica Tertia. 2ª edición. México D.F. p. 129. ISBN 968-6056-16-5.
[5] Cf. Evangelio según San Marcos
(Mc 13, 33-37), en la Biblia Jerusalén.
2009. Editorial Desclée de Brower, en el Instituto de Pastoral Bíblica:
Otra
opción para consultar el Evangelio de San Marcos (Mc 13, 33-37), es en el Libro
del Pueblo de Dios: la Biblia (Traducción Argentina, 1990):