Por
Angel R. Cepeda Dovala
En la Antigua Alianza o Antiguo Testamento, en el libro del Deuteronomio del Pentateuco, nos dice como Dios ordenó la enseñanza y observancia de los mandamientos para tener larga vida, ser feliz y multiplicarse gracias a Dios y a su infinito amor, escucha Israel por eso hay que amarlo a Él y a sus Mandamientos. Siguiendo la Biblia Jerusalén nos dice la Palabra de Dios:
“Estos son los mandamientos, preceptos y normas que Yahveh vuestro Dios ha mandado enseñaros para que los pongáis en práctica en la tierra a la que vais a pasar para tomarla en posesión, a fin de que temas a Yahveh tu Dios, guardando todos los preceptos y mandamientos que yo te prescribo hoy, tú, tu hijo y tu nieto, todos los días de tu vida, y así se prolonguen tus días. Escucha, Israel; cuida de practicar lo que te hará feliz y por lo que te multiplicarás, como te ha dicho Yahveh, el Dios de tus padres, en la tierra que mana leche y miel. Escucha, Israel: Yahveh nuestro Dios es el único Yahveh. Amarás a Yahveh tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu fuerza. Queden en tu corazón estas palabras que yo te dicto hoy. (Cf. Deuteronomio 6, 1-6).
Este pasaje bíblico del Deuteronomio, a la luz de la Nueva Alianza o Nuevo Testamento, nuestro Jesús de Nazaret nos dice que debemos Amar a Dios y a Amar a nuestro próximo y el evangelio según san Marcos no lo dice como Jesús responde a un escriba:
“Acercóse uno de los escribas que les había oído y, viendo que les había respondido muy bien, le preguntó: «¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?» Jesús le contestó: «El primero es: Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es el único Señor, y amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas. El segundo es: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No existe otro mandamiento mayor que éstos.» Le dijo el escriba: «Muy bien, Maestro; tienes razón al decir que Él es único y que no hay otro fuera de Él, y amarle con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a si mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios.» Y Jesús, viendo que le había contestado con sensatez, le dijo: «No estás lejos del Reino de Dios.» Y nadie más se atrevía ya a hacerle preguntas. (Cf. Marcos 6, 28-34).
El Temor a Dios que se menciona en el Deuteronomio: “a fin de que temas a Yahveh tu Dios”, representa uno de los 7 dones del Espíritu Santo el cual sostiene la vida moral de los cristianos, en donde estos 7 dones pertenecen en plenitud a nuestro Señor Jesucristo, Hijo de David, pues así lo había anunciado el Profeta Isaías: “Sobre él reposará el espíritu del Señor: espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de fortaleza, espíritu de ciencia y de temor del Señor” (Cf. Isaías 11, 2 en la Biblia del Vaticano; y el Catecismo de la Iglesia Católica N° 1830 y 1831)
Bartimeo hijo de Timeo en Jericó es un ejemplo del Temor a Dios, este persona aparece una sola ocasión en la Sagrada Escritura y todos deberíamos de ser como él porque permanecemos ciegos ante muchas cosas, pero Bartimeo llamo a Jesús de Nazaret como Hijo de David, y él lo curo de su ceguera y siguió a Jesús; vemos como no lo cuenta el evangelio según San Marcos:
“Después llegaron a Jericó. Cuando Jesús salía de allí, acompañado de sus discípulos y de una gran multitud, el hijo de Timeo –Bartimeo, un mendigo ciego– estaba sentado junto al camino. Al enterarse de que pasaba Jesús, el Nazareno, se puso a gritar: «¡Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí!». Muchos lo reprendían para que se callara, pero él gritaba más fuerte: «¡Hijo de David, ten piedad de mí!». Jesús se detuvo y dijo: «Llámenlo». Entonces llamaron al ciego y le dijeron: «¡Animo, levántate! Él te llama». Y el ciego, arrojando su manto, se puso de pie de un salto y fue hacia él. Jesús le preguntó: «¿Qué quieres que haga por ti?. Él le respondió: «Maestro, que yo pueda ver». Jesús le dijo: «Vete, tu fe te ha salvado». En seguida comenzó a ver y lo siguió por el camino. (Cf. San Marcos 10, 46-52).
Escucha Israel a Jesús de Nazaret, Hijo de David.
PAZ Y BIEN
ARCD