El Papa
Francisco da su mensaje al Mundo
Por
Angel R. Cepeda Dovala
"Hagamos
nuestro el deseo de la Paz" Papa Francisco
Da a conocer NEWS.VA,
Official Vatican Network [1], el mensaje del Papa, y a continuación se
transcribe dada su importancia mundial por la Paz en esta Navidad 2013:
Puntualmente al mediodía del
miércoles 25 de diciembre el Obispo de Roma se asomó al balcón central de la
Basílica de San Pedro (conocido como balcón de las bendiciones) para saludar e
impartir su bendición a todo el mundo. “Hoy ha nacido el Salvador, Cristo el
Señor”, proclamó Francisco. "No pasemos de largo ante el Niño de Belén.
Dejemos que nuestro corazón se conmueva, se enardezca con la ternura de Dios;
necesitamos sus caricias. El amor de Dios es grande; a Él la gloria por los
siglos". Recordándonos los actuales conflictos en diversas partes del
planeta, el Papa insistió en que Dios es nuestra paz: "pidámosle que nos
ayude a construirla cada día, en nuestra vida, en nuestras familias, en
nuestras ciudades y naciones, en el mundo entero. Dejémonos conmover por la
bondad de Dios". Deseando a todos una feliz Navidad, el Santo Padre pidió
que Jesús, que vino a este mundo por nosotros, consuele a los que pasan por la
prueba de la enfermedad y el sufrimiento y sostenga a los que se dedican al
servicio de los hermanos más necesitados.
Texto
completo del Mensaje Urbi et Orbi del Papa Francisco
«Gloria a Dios en el cielo, y en la
tierra paz a los hombres que Dios ama » (Lc 2,14).
Queridos hermanos y hermanas de Roma y del mundo entero, ¡feliz Navidad! Hago mías las palabras del cántico de los ángeles, que se aparecieron a los pastores de Belén la noche de la Navidad. Un cántico que une cielo y tierra, elevando al cielo la alabanza y la gloria y saludando a la tierra de los hombres con el deseo de la paz.
Queridos hermanos y hermanas de Roma y del mundo entero, ¡feliz Navidad! Hago mías las palabras del cántico de los ángeles, que se aparecieron a los pastores de Belén la noche de la Navidad. Un cántico que une cielo y tierra, elevando al cielo la alabanza y la gloria y saludando a la tierra de los hombres con el deseo de la paz.
Les invito a todos a hacer suyo este
cántico, que es el de cada hombre y mujer que vigila en la noche, que espera un
mundo mejor, que se preocupa de los otros, intentado hacer humildemente su
proprio deber. Gloria a Dios.
A esto nos invita la Navidad en
primer lugar: a dar gloria a Dios, porque es bueno, fiel, misericordioso. En
este día mi deseo es que todos puedan conocer el verdadero rostro de Dios, el
Padre que nos ha dado a Jesús. Me gustaría que todos pudieran sentir a Dios
cerca, sentirse en su presencia, que lo amen, que lo adoren. Y que todos
nosotros demos gloria a Dios, sobre todo, con la vida, con una vida entregada
por amor a Él y a los hermanos.
Paz a los hombres. La verdadera paz
no es un equilibrio de fuerzas opuestas. No es pura “fachada”, que esconde
luchas y divisiones. La paz es un compromiso cotidiano, que se logra contando
con el don de Dios, con la gracia que nos ha dado en Jesucristo.
Viendo al Niño en el Belén, pensemos
en los niños que son las víctimas más vulnerables de las guerras, pero pensemos
también en los ancianos, en las mujeres maltratadas, en los enfermos… ¡Las
guerras destrozan tantas vidas y causan tanto sufrimiento! Demasiadas ha
destrozado en los últimos tiempos el conflicto de Siria, generando odios y
venganzas. Sigamos rezando al Señor para que el amado pueblo sirio se vea libre
de más sufrimientos y las partes en conflicto pongan fin a la violencia y
garanticen el acceso a la ayuda humanitaria. Hemos podido comprobar la fuerza
de la oración. Y me alegra que hoy se unan a nuestra oración por la paz en
Siria creyentes de diversas confesiones religiosas. No perdamos nunca la fuerza
de la oración. La fuerza para decir a Dios: Señor, concede tu paz a Siria y al
mundo entero.
Concede la paz a la República
Centroafricana, a menudo olvidada por los hombres. Pero tú, Señor, no te
olvidas de nadie. Y quieres que reine la paz también en aquella tierra,
atormentada por una espiral de violencia y de miseria, donde muchas personas
carecen de techo, agua y alimento, sin lo mínimo indispensable para vivir. Que
se afiance la concordia en Sudán del Sur, donde las tensiones actuales ya han
provocado víctimas y amenazan la pacífica convivencia de este joven Estado. Tú,
Príncipe de la paz, convierte el corazón de los violentos, allá donde se
encuentren, para que depongan las armas y emprendan el camino del diálogo. Vela
por Nigeria, lacerada por continuas violencias que no respetan ni a los
inocentes e indefensos. Bendice la tierra que elegiste para venir al mundo y
haz que lleguen a feliz término las negociaciones de paz entre israelitas y
palestinos. Sana las llagas de la querida tierra de Iraq, azotada todavía por
frecuentes atentados.
Tú, Señor de la vida, protege a cuantos sufren persecución a causa de tu
nombre. Alienta y conforta a los desplazados y refugiados, especialmente en el
Cuerno de África y en el este de la República Democrática del Congo. Haz que
los emigrantes, que buscan una vida digna, encuentren acogida y ayuda. Que no
asistamos de nuevo a tragedias como las que hemos visto este año, con los
numerosos muertos en Lampedusa. Niño de Belén, toca el corazón de cuantos están
involucrados en la trata de seres humanos, para que se den cuenta de la
gravedad de este delito contra la humanidad. Dirige tu mirada sobre los niños
secuestrados, heridos y asesinados en los conflictos armados, y sobre los que
se ven obligados a convertirse en soldados, robándoles su infancia.
Señor, del cielo y de la tierra, mira a nuestro planeta, que a menudo la
codicia y el egoísmo de los hombres explota indiscriminadamente. Asiste y
protege a cuantos son víctimas de los desastres naturales, sobre todo al
querido pueblo filipino, gravemente afectado por el reciente tifón. Queridos
hermanos y hermanas, en este mundo, en esta humanidad hoy ha nacido el
Salvador, Cristo el Señor. No pasemos de largo ante el Niño de Belén. Dejemos
que nuestro corazón se conmueva, se enardezca con la ternura de Dios;
necesitamos sus caricias. El amor de Dios es grande; a Él la gloria por los
siglos. Dios es nuestra paz: pidámosle que nos ayude a construirla cada día, en
nuestra vida, en nuestras familias, en nuestras ciudades y naciones, en el
mundo entero. Dejémonos conmover por la bondad de Dios.
Saludo navideño del Papa Francisco
A todos ustedes, queridos hermanos y
hermanas, venidos de todas partes del mundo a esta Plaza, y a cuantos desde
distintos países se unen a nosotros a través de los medios de comunicación
social, les deseo Feliz Navidad. En este día, iluminado por la esperanza
evangélica que proviene de la humilde gruta de Belén, pido para todos ustedes
el don navideño de la alegría y de la paz: para los niños y los ancianos, para
los jóvenes y las familias, para los pobres y marginados. Que Jesús, que vino a
este mundo por nosotros, consuele a los que pasan por la prueba de la
enfermedad y el sufrimiento y sostenga a los que se dedican al servicio de los
hermanos más necesitados. ¡Feliz Navidad!
Hasta aquí el mensaje completo del
Papa Francisco
Tópicos Culturales les desea
nuevamente ¡Feliz Navidad!
Paz y Bien
ARCD
Nota
[1] Cf.
NEWS.VA
en: